Sra Chen Wumei / 70 anos
Taipei, Taiwan
Ninguno de los tratamientos daba síntomas de mejora
“Mamá, es muy probable que tengas cáncer de hígado, aunque el médico ha dicho que te recuperarás con toda seguridad si recibes tratamiento en el hospital. No te preocupes. Rezaremos juntos…”
Cuando mi hijo me dijo esto, no me sorprendí mucho. Solo sentí un poco de pena. No por mí, sino por mi familia. Mi hijo pequeño es el encargado del templo Zhi Yuan Jing de la Asociación Budista de Taipei, por lo que cada mañana acudo a él a rezar he llegado a adquirir cierta comprensión espiritual.
Perdí el apetito y me sentí extremadamente cansada durante bastante tiempo. El vientre se hinchó y, finalmente, padecí una hemorragia interna. Inmediatamente me llevaron al hospital.
Más tarde, mi hijo me informó del diagnóstico del médico. Tenía un cáncer de hígado que se hallaba en su estadio terminal. A parte de la cirugía, todos los demás tratamientos farmacológicos habían fracasado. Me hallaba aún en una situación peligrosa.
En un año la enfermedad sufrió un cambio extremadamente drástico
Durante casi medio año me convertí en una visitante habitual del hospital. Puesto que mi hijo mantenía cierta comunicación con el templo Nai Liang de Japón, alguien de allí, al tanto de mi enfermedad, nos habló de un tratamiento contra el cáncer promulgado por la medicina tradicional china llamado líquido Tian Xian que podía adquirirse en Hong Kong. Viéndome más débil cada día, mi hijo fue personalmente a Hong Kong para informarse sobre ese producto.
Puesto que el cáncer se encontraba en su fase terminal, empecé a ingerir ocho botellas de líquido Tian Xian al día, régimen que continué manteniendo durante medio año. El examen realizado seis meses más tarde mostró que las células cancerígenas habían desaparecido. En sólo un año estaba completamente recuperada.
Han pasado cinco años. No sólo he recuperado el apetito, sino que ya no sufro de insomnio ni tengo ese dolor en las articulaciones que antes me torturaba hasta lo indecible. He recuperado la salud.
Mi peso, que antes de la operación había caído hasta los 45 kg antes de la operación y hasta los 38 kg después de ella, es ahora de 52 kg. Mi hijo está empezando a preocuparse otra vez. “Mamá, estás demasiado gorda…”